Maybe Baby

MAYBE BABY

Desde que estaba en su pubertad, Tom había jurado que él nunca iba a tener hijos.

La gente le había dicho que un día pensaría diferente y que la única razón por la que no quería hijos en ese momento era porque aún era muy joven y necesitaba unos pocos años para vivir y ser joven. Él resoplaba y les decía que no sabían de lo que hablaban y que no lo conocían, y que seguro no sabían lo que él sentía. Él estaba muy seguro que todos estaban equivocados, y que todos eran unos idiotas a los que, de algún modo, les habían lavado el cerebro,  los idiotas que no dejaban de tener bebés feos, gritones, amarillos y morados que vomitaban y cagaban por todas partes. Y como gritaban… oh señor, como gritaban.

No, él no quería niños. No, en absoluto.  También hizo una larga lista de por qué la gente no debería reproducirse.  Y a medida que crecía, la lista crecía más y más, al punto que Tom estaba convencido que incluso no pararía, que cada día por el resto de su vida, encontraría otra razón para no exponerse a semejante tortura.

Bien, para empezar, una buena razón para no tener hijos era el aspecto financiero de la vida. Toda su vida había escuchado a sus padres quejarse sobre cómo no podían adquirir un mejor carro porque el hermano de Tom necesitaba aparatos dentales  o que su hermana necesitaba zapatos nuevos. Así que decidió, mucho antes de cumplir los 18 años, que si quería seguridad financiera en su vida, tenía que evitar tener una familia. Sin embargo, podría tener un compañero. No quería vivir su vida solo, solamente porque no quería tener una familia completa. Pero sí, la llave de una vida feliz y con la opción de viajar por todo el mundo, o comprar el carro que quisiera, era que Tom sólo tendría que evitar a los pequeños bebés gritones que no hacen otra cosa sino comer y cagar.

La lista de Tom era infinitamente larga y lo acompañó la mayor parte de su vida.

Un adolescente común y corriente no tenía que hablar mucho sobre tener hijos en el futuro, pero ya que Tom era gay, la gente era tan irritante, que seguía haciéndole esa pregunta desde que salió del closet.  Pero, ¿qué hay de los hijos, no piensas tenerlos? Era como si nunca hubieran escuchado la palabra adopción o sustituto antes.  Las personas gays tenían opciones y justo después que les gritó por ser tan ignorantes, les había dicho que esas cosas no eran realmente importantes para él, ya que él no iba a tener ninguno.

Sí, todos esos pensamientos habían dominado la forma de vivir de Tom por muchos años.

Hasta que un día, todo cambió.

Sólo que le tomó algo de tiempo darse cuenta.

Cuatro años atrás, a Tom le presentaron al nuevo compañero de la firma de abogados. Se había preparado para conocer a otro bastardo engreído, que probablemente se creía tanto que podría darle náuseas a Tom. Una persona arrogante que no le daría a Tom una segunda mirada y que ni siquiera intentaría escuchar sus ideas.

Y no, Tom no era prejuicioso y tampoco odiaba a todas las personas.  Pero durante los dos años que había estado trabando en esa firma, él sólo había conocido gente así y no esperaba que se día fuera diferente.

¡Oh, que equivocado estaba!  Pero recordando, se dio cuenta que estaba muy feliz de haber estado tan increíblemente equivocado, de hecho estaba agradecido por eso. Más que agradecido de lo que había estado alguna vez en su vida. Había sido su día de suerte, tan cliché como sonara.

Ese fue el día que conoció a Bill Kaulitz, quien en ese momento, era un abogado recién graduado de la universidad de leyes, y estaba lejos de ser engreído y presumido. Al segundo de Tom entrar, lo miró como si Tom lo fuera a asesinar.  Sus ojos estaban muy abiertos, su labio inferior temblando suavemente y frotaba suavemente su cabeza con las manos mientras hacía su presentación y Tom se enamoró de él de inmediato, nunca antes había sentido algo así.

Bill era simplemente diferente en todos los sentidos. Él no era snob como la mayoría de las personas que Tom conocía en este negocio.  Era muy tímido, pero excelente en su trabajo. Vestía corbatas y trajes formales como se esperaba, en particular en este negocio, pero de alguna manera se las arreglaba para destacarse del resto. Tom no era un experto en moda, pero hasta él podía decir que Bill tenía talento en esa área, no había duda al respecto.  La forma en que vestía ofrecía una excelente vista a Tom, con ese delicioso cuerpo delicado y mentiría si dijera que no había gastado un momento o dos durante la presentación de Bill sólo admirando el escenario. El cabello en melena de León y los ojos con maquillaje ahumado habían sido también una distracción, en el buen sentido, por supuesto.

Tom se había derretido de forma inmediata. Había estado tan feliz de saber, sólo unas pocas semanas más tarde, que a Bill le habían ofrecido un puesto permanente en su empresa. Y Tom, siempre oportunista, había hecho todo lo posible para asegurarse de que el otro se sintiera bienvenido en su nuevo lugar de trabajo. Había invitado a Bill a almorzar, riendo un poco por la forma en que bajó la cabeza con nerviosismo mientras su cara se volvía ligeramente roja ante la invitación, pero aún así, había ido a comer con Tom.

Todo empezó con su primer almuerzo, cuando empezaron a conocerse. Tom había encontrado extraño lo rápido que se había abierto a Bill y le contaba cosas sobre su infancia que nunca había sentido la necesidad de contarle a nadie más y ahí estaba, sentado y dispuesto a contarle todo a Bill quien sólo le sonreía brillantemente y compartió también algunos recuerdos y detalles de él.

Antes de conocer a Bill, Tom no había creído en toda esa mierda sobre encontrar a alguien que con quien hacer “clic”.  Él no pensó ni por un momento que encontraría a alguien que le hiciera sentirse completo, hasta que Bill entró en su vida y cambió toda su visión del mundo. Todo lo que Tom pensó que sabía, de repente no tuvo más sentido. Y todo lo que él pensó que quería, de repente parecía una tontería, como una gran mierda, que se había dicho a sí mismo para sobrevivir. Nada de eso importaba más, nada de eso se sentía bien. Bill era el único que importaba, Bill se sentía bien.

Cuatro años más tarde, eran una pareja casada. Al principio habían empezado todo despacio.  Bill había sido un chico  tímido e introvertido y había querido tomar las cosas a su propio ritmo. Tom no era el tipo de apresurar las cosas, de modo que no había protestado al requerimiento del otro de llevar las cosas con calma. Simplemente estaba más que agradecido por cada momento que pasa con Bill.

Aunque Bill había afirmado que quería llevar las cosas con calma, después de unas citas, parecía muy ansioso por pasar cada día con Tom y antes que se dieran cuenta, se había mudado con Tom. Habían pasado dos maravillosos años como pareja, viviendo juntos y luego Tom soltó la pregunta.

Y ahora ya era casi dos años desde que tuvieron esa maravillosa boda de bajo presupuesto, y Tom estaba pensando en… hijos.

Está bien. Tom había cambiado su opinión de mierda. Y todo era debido a Bill.

Ellos eran muy felices. Más felices de lo que Tom nunca hubiera imaginado. Trabajan en la misma firma, pero tratando de mantenerlo de forma profesional, y cada día, regresaban a casa juntos, cenaban, veían Netflix juntos, abrazados en el sofá o solamente disfrutando de la compañía del otro.

Tom amaba a Bill con todo su corazón. Estaba completa y locamente enamorado de su esposo, y amaba pasar tiempo con él. Ansiaba despertar con él cada mañana, ir a trabajar juntos e incluso adoraba salir del trabajo en la tarde tomados de la mano. Y además Bill no era de esos maridos molestos que siempre quieren saber dónde están o forzarlo a pasar tiempo con él.  Para empezar, Tom estaba o en el trabajo, o en casa, o en el bar con Gustav, así que Bill no tenía nada de qué preocuparse. Además, Tom no estaba obligado a estar con Bill, ya que verdaderamente quería estar con él.  Su esposo era su persona favorita. Nadie podía hacerlo tan feliz o satisfacerlo como Bill y nadie podía hacerlo enloquecer de una mala y molesta forma, como Bill lo hacía.

Pero últimamente, por alguna extraña razón que probablemente no entendería, de repente sentía la necesidad de… bien, crear una familia con Bill.  Ellos ya tenían un perrito, el cual Tom adoraba, por supuesto, pero de alguna manera, no era… suficiente. Era como poner el dedo en la llaga cada que vez que veía a padres con sus hijos -en una tienda o cualquier otro lugar- la idea de repente ya no le daba náuseas, y por primera vez se dio cuenta que la idea de tener un hijo con Bill no le daba pesadillas, él de hecho, tuvo que admitir que quería un hijo con Bill.

Así que ahora, mientras iban regresando a casa del trabajo, Tom le iba a preguntar a Bill.  Mentiría si dijera que la sola idea de hacerlo no le asustaba a muerte, pero simplemente tendría que intentarlo. La misma idea había estado hurgando en su cerebro durante tanto tiempo que ahora era el momento de tomar medidas.

Había estado el día entero pensando en cómo decirle a Bill. ¿Debería encararlo y preguntar? ¿Y cómo le preguntas a alguien algo así? Encontró muy irónico que proponerle matrimonio a Bill había resultado más fácil que esto, cosa que en realidad era bastante increíble teniendo en cuenta lo nervioso que había estado Tom las horas antes de hacerle la pregunta.

Y entonces había pensado ¿y si no debía preguntar? ¿Cómo iba a sacar el tema entonces? Nunca antes había estado en esta situación, y se sentía un poco incómodo él mismo. O al menos, lo había estado al principio.

Entonces, se dio cuenta que era a Bill, su esposo, al que le iba a hablar. Al mismo Bill que le había confesado uno de sus extraños sueños, el mismo Bill con el que se había casado y el mismo Bill con el que había compartido la cama por cuatro años. ¿Qué es lo peor que podía pasar? Bill lo amaba, exactamente no iba a dejarlo, ¿o sí?

Bien, tristemente, sólo había una forma de averiguarlo.

Una vez que llegaron a su entrada, Tom parqueó el coche y los dos salieron. Tom sonrió a su esposo antes que caminar hacia la puerta, la abrieron y después entraron.

Su perro los atacó al segundo de pasar la puerta, y Bill era el que se arrodillaba y lo acariciaba, preguntándole como había sido su día, como siempre hacía y Tom -como siempre- sonreía y rodaba sus ojos suavemente al ver lo adorable que era su marido.

Tom fue al baño a colocarse su mejor sudadera, mientras Bill revolvía algo en la cocina, lo más seguro era que se aseguraba que su perro tuviera más comida en su plato.  Tom rió para sí mismo, Bill realmente mimaba demasiado a ese perro. Sonrió y se imaginó cómo sería tener un niño corriendo por la casa y cómo serían como padres.

Salió del baño y fue a la sala, donde Bill estaba sentado, abrazando su bebito.

Sabes que se supone no debes hacer eso, ¿verdad? —Tom negó con la cabeza a su esposo, quién lo miraba con un gran puchero.

No sé por qué tienes que ser tan estricto —respondió Bill de una manera burlona mientras seguía arrullando a su pequeño tesoro.

Porque se supone que él no debe estar en el sofá, Bill. —Tom hizo un gesto hacia la pequeña cosita preciosa acurrucada en los brazos de Bill—. ¿Imagina cuando sea más grande y salte sobre nuestras visitas? O bien, el punto es que se supone que él no debe estar en el sofá y le estás diciendo, indirectamente, que puede sentarse donde le plazca.

Aww, Tom es el papi aburrido —Bill respondió haciendo que el vientre de Tom saltara y él seguía acariciando la barriga del perro—. Sí, lo es, Tom es el papi aburrido, sí lo es.

En lugar de molestar a su marido de vuelta, como siempre hacía, se sentó en su lugar, frotándose las sienes, y decidió que ahora era tan bueno como cualquier otro momento, y bien podría decirle.

Bill, hablando de padres…

Oh no, tus padres no vienen, ¿verdad? —La cabeza de Bill se disparó de pánico—. Diles que estamos enfermos o que tenemos que trabajar.

Tom sonrió muy contento que no fuera el caso en absoluto.  No era que sus padres no fueran personas agradables, porque lo eran, ellos sólo eran un poco… agotadores e intimidantes. Y por alguna razón, su madre había desarrollado alguna extraña relación con Bill.  Ella quería estar constantemente a su alrededor, quería saber por qué hacía las cosas que hacía, por qué vestía las ropas que usaba y, la última vez que los habían visitado, a Bill casi le da un ataque de nervios.  Pero ninguno les dijo nada, porque no querían herir sus sentimientos.

No, cálmate, ellos no vienen —Tom le aseguró a su esposo, riendo cuando dejó salir una risa de alivio.

Entonces, ¿Qué…?

Quiero tener un bebe —Tom lo soltó, cerrando sus ojos, y sintiendo girar su cabeza, haciéndole marear y dar náuseas.

Y listo, lo dijo. Ahora sólo tenía que esperar una respuesta.

Tú… —Bill empezó a abrir su boca, sólo para cerrarla nuevamente—. ¿Quieres… tener un bebe?

Sí. —Asintió Tom, de repente sintiéndose muy avergonzado y estúpido por alguna razón.

Bill le indicó a Tom que se sentará a su lado. Tragando, Tom hizo lo que le pidió y por un largo rato, se quedaron completamente callados en el sofá, ni siquiera mirándose.

Pero… tú me dijiste que no querías hijos.

Lo sé  —dijo Tom, riendo de cuan absurda era toda esta situación.  No podía creer cuanto había madurado. La cantidad de cosas que habían cambiado para bien.

¿Es en serio? ¿No estás bromeando? Quiero decir, has dejado en claro en el pasado tu posición sobre este tema —dijo Bill y sus ojos se encontraron y Tom no podía creer lo hermoso que era su esposo y lo afortunado que era de haberse casado con tan hermosa criatura. Su cabello de melena de león se había ido, y ahora tenía un esponjoso y corto cabello rubio, y su maquillaje ahumado también había desaparecido, pero aún era la persona más hermosa en la que Tom jamás se había fijado.

Bien  —soltó Tom—. ¿Tomo esta reacción como un no?

No. —Bill meneó la cabeza y Tom suspiró decepcionado.

Bien, está bien, quiero decir…

No, Tom —Bill dijo y tomando la mano de Tom entrelazando sus dedos—. No quise decir que no, como “no bebé”

¿No?

No  —Bill rió y le dio un dulce besito—. Sí quiero un bebe.

¿Lo quieres?

Sí. —Bill sonrió y le dio a Tom uno, dos, tres y más besos, los cuales Tom felizmente le devolvió.

Pero tú nunca has dicho nada —exclamó Tom y se apartaron, separándose del beso, ahora ambos sin aliento.

Porque yo pensé que tú no querías hijos —respondió Bill, probablemente un poco más fuerte de lo previsto—. Yo no… Bien, siempre lo dijiste, así que pensé que debía conformarme sólo con un perro.

¿Sólo un perro? —respondió Tom, levantando una ceja.

Sabes lo que quiero decir —Bill golpeó a Tom en el brazo—. Por supuesto que no es sólo un perro, idiota, pero pensé que no había discusión y…

«Bueno, la hay. —Tom sonrió, acariciando la mejilla de Bill, mirándolo a sus hermosos ojos y su corazón dolió de felicidad.

Entonces, creo que tendremos que llamar a una… ¿agencia de adopción? —Dijo Bill de una forma dudosa, pero los dos sabían la respuesta a eso.

Vamos a llamar a una agencia de adopción. —Tom confirmó sonriendo cuando Bill se echó en su regazo, apretando su cuello como si su vida dependiera de ello, salpicando besos por todo su pecho, cuello y cara.

Te amo. —Gritó Bill besando a Tom, duro y profundo—. Casarme contigo fue la mejor decisión que he tomado.

Me encanta escuchar eso —respondió Tom riendo  cuando Bill el pellizco un costado—. Te amo también, Bill. Sabes que eres el amor de mi vida.

Lo sé. —Bill sonrió retomando su beso apasionado, el cual, después continuaron en su habitación.  Después de todo, tenían todas las razones para celebrar.

Iban a tener un bebe.

& Fin &

Y lo van a tener….. yeahhh… Gracias por leer…

Encuentra la segunda parteaquí

MizukyChan: Administradora del sitio. También escritora y traductora del fandom.

1 Comment

  1. 💞💞💞
    Quien diría que Tom cambiaría de opinión, solo necesita a la persona correcta para tb querer un bebé. 😘

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