RESUMEN: Bill se sentía extraño, terriblemente atraído hacia ese completo desconocido.
TÍTULO: “Tube” (Metro)
AUTOR: Orion
Banner: Creación de MizukyChan
Audiencia: NC-17
Categoría: Slash
Personajes: Bill Kaulitz, Tom Kaulitz
Advertencias: BotBill, Contenido Adulto
Extensión: One-Shot
Género: Lemon, Twc No-Relacionado, Universo Alterno
Ocasión: No
Pareja Principal: Bill/Tom
Pareja Secundaria: No
Series: No
Estado Actual: Fanfic Terminado
Total Capítulos: 1
Publicado el: 04 de Diciembre, 2015
Notas de Orion: ¡Hola a todos! :,)
Viendo que actualizar mi otro fic es algo casi imposible por ahora, he decidido en un ratito crear este one shot, que me llevó tan poco tiempo. La idea llevaba una temporada rondando por mi mente…ajajjajaja. Muchas gracias a todos los que leais :), en principio es capítulo único xD.
«TUBE”
One-Shot de Orion
Era un viernes cualquiera de Diciembre, la gente iba de un lado a otro metida en su rutina y en sus planes sin atender a los pequeños detalles. Pero Bill no. Para él era un día de descanso, su trabajo como diseñador casi no le dejaba ratos libres y ese viernes tenía la suerte de no tener que ir a trabajar.
Suspiró mirando su móvil, estaba como siempre plagado de mensajes. ¿Acaso la gente no tenía nada mejor que hacer?. Bill sonrió. Sabía que muchos le requerían, demasiadas personas iban tras sus pasos y querían su compañía y deferencia; eso a él le gustaba. Adoraba ser el centro de atención, disfrutaba de los ojos admirados pegados a su estilizada figura. ¿Para qué mentir?. No era un ignorante, sabía que era malditamente atractivo, quizá fuera un gran defecto…pero pecaba un poco de narcisista.
Bajó las escaleras hacia el metro con agilidad, mirando en torno a él a la gente casi correr, probablemente a sus trabajos o a alguna importante cita. Bill mientras tanto paseaba con tranquilidad, quizá pasaría la tarde en uno de esos lujosos centros comerciales del centro y fundiría su tarjeta de crédito en una tonelada más de accesorios y ropa bonita.
Se detuvo en el andén. Estaba terriblemente anegado de gente, probablemente el metro estuviera a reventar, hasta el punto del sufrimiento. Se vio tentado a dar media vuelta y volver a la calle, pero por mera pereza se quedó en su lugar. ¿Qué mas daba?. No tenía nada que hacer y quizá no fuera tan lleno como creía. Suspiró viendo como el anden se llenaba cada vez más y más, viéndose ahora realmente rodeado de gente.
Demonios, quizá si debería haber salido cuando tuvo la oportunidad. Un metro llegó por fin, estiró su largo cuello para ver si iba tan lleno como imaginaba y abrió los ojos al verlo efectivamente saturado. Pasó saliva algo tenso y antes de poder moverse la gente a su alrededor comenzó a arrastrarlo hacia el vehículo, no podía girarse ni ir en dirección contraria, por lo cual se dejó llevar por el mar de personas hasta verse inmerso en el atestado metro. Por un instante se sintió asfixiado y decidió por fin utilizar algo de fuerza para salirse de la telaraña del vagón, caminando a duras penas hacia una de las ventanas del fondo. Se pegó a la misma, respirando más tranquilo. Casi se sentía empujado hacia el cristal por los que le rodeaban, pero allí se estaba un poco mejor.
Suspiró terriblemente molesto, solo a él se le ocurría ir en metro en plena época navideña. Tenía dos coches, dinero para un taxi e incluso la opción de un tren; pero no, eligió pasar más de cuarenta minutos en un pequeño y atestado vagón absorbiendo las almas de probablemente cientos de personas que querían aplastarlo. Frunció el ceño como un niño pequeño y el metro comenzó a moverse. Supo que lo pasaría mal, al fin y al cabo su parada estaba a más de media hora.
Miró su caro reloj con cierta desidia, eran las tres de la tarde maldita sea, ¿nadie descansaba tras el almuerzo?, o quizá ni siquiera habían almorzado. Bueno, sin duda sus pensamientos comenzaban a volverse estúpidos. Alzó la mirada observando a todo tipo de personas en ese vagón, al menos no le había tocado el típico hombre seboso y maloliente que disfrutaba comprimiendo a los demás con su cuerpo. Hizo una mueca al imaginarlo.
De pronto sintió un leve escalofrío, él conocía esa sensación, alguien estaba mirándolo con mucha atención. Intentó dar con el dueño o dueña de esa mirada, pero no dio con nadie. ¿Quizá ya se estaba volviendo un paranoico ávido de atención?.
Se mordió el labio inferior, sin dejar de notar ese raro presentimiento hasta que al volver a alzar la mirada, dio con él. Un hombre lo miraba fijamente. Los vellos de su nuca se erizaron levemente, era un hombre joven y malditamente atrayente. Debía rondar por su misma edad, quizá un par de años más. Llevaba el pelo negro trenzado recogido en una cola baja y una ropa muy ancha y grande. Parecía un completo macarra pero al mismo tiempo imponía de manera extraña. Bill entrecerró los ojos sin dejar de analizarlo entre la gente, a pesar de sus pantalones oscuros y sueltos, portaba un abrigo de cuero bastante interesante. Unas botas llamativas y cañeras finalizaban el atuendo. Bill era diseñador, era normal que mirara a alguien durante más de quince segundos sin parpadear, ¿verdad?. Acabó volviendo a elevar la vista al rostro varonil y atractivo. Era malditamente guapo y tenía un piercing en el labio inferior. Demonios, ¡era jodidamente sexy!.
Los labios que observaba se movieron y Bill despertó de su análisis, el hombre lo miraba con cierta burla y le dedicaba ahora una sonrisa seductora. Sus ojos eran oscuros y profundos. Apartó la mirada del extraño sintiendo como la sangre se agolpaba en sus mejillas. ¿Qué le pasaba?. ¿Por qué sentía sus latidos acelerados?.
Pensándolo bien había sido un maleducado, no podía estar mirando hacia alguien con tanta cara sin esperar una respuesta así. Se atrevió a volver a levantar la mirada y el «macarra» seguía escrutándolo con la misma expresión. Ambos hombres se mantuvieron la mirada por más de un minuto, Bill se sentía extraño, terriblemente atraído hacia ese completo desconocido. Habían muchas personas entre ellos dos, pero por algún motivo ese hombre tenía un leve espacio a su alrededor, como si su mera presencia implantara miedo o respeto a los de su alrededor.
Pero a Bill no le daba miedo, al contrario, no podía quitarle los ojos de encima. Se mordió el labio inferior dejando de mirarle otra vez, de pronto hacía bastante calor en ese cubículo, por un momento le pasó por la cabeza quitarse el abrigo que llevaba, pero casi no podía maniobrar bien por la gente que lo cercaba. El metro paró por primera vez y las puertas se abrieron para que los que así lo desearan se bajaran, parte del río de personas que rodeaba a Bill se movió y perdió de vista al «macarra» por ello. Cuando volvió a levantar la cara ya no estaba donde antes. ¡Maldita sea!.
Intentó buscarlo con la mirada sin resultado. Un inconsciente puchero se instaló en su bella cara, probablemente el sexy extraño se habría bajado en esa parada. El vehículo volvió a moverse y Bill se giró hacia el cristal dándole la espalda a todos, observando la negrura del exterior.
Suspiró con los ojos clavados en ninguna parte, para un hombre interesante que veía y se le escapaba de esa forma. Sujetó mejor su cartera, apoyando la frente contra el frío cristal. Lo empujaron un poco y Bill frunció el ceño, pronto un cuerpo presionaba ligeramente hacia él, alzó la mirada molesto para empujar de vuelta al que se atreviera a comprimirlo así en ese reducido espacio y abrió los ojos como platos al ver reflejado en el cristal al «macarra», justo en su espalda. No se movió ni un milímetro, con sus ojos incrustados en el reflejo de ambos. El extraño debía sacarle más de una cabeza, era musculoso aunque no demasiado, no obstante sus cuerpo era fibroso y ancho; lo más probable es que practicara algún deporte, o puede que fuera su constitución, oh maldita genética.
Bill bajó la mirada al suelo sucio del vagón pasando saliva, de pronto se sentía tímido, él no era de esa manera, ni siquiera ese hombre era su tipo habitual y en cambio sentía toda su carne de gallina. El metro de pronto aceleró y lo tomó desprevenido, perdió el equilibrio hacia un lado chocando un poco contra el cuerpo más alto y unas gruesas manos lo sujetaron cuidadosamente por la cintura. Bill se quedó estático y girando la cara despacio hacia el «macarra» murmuró‐ l‐lo siento‐ tenía un nudo en la garganta y no se atrevía a mirarlo a los ojos.
‐No es nada, así son estas chatarras‐ la voz era grave. Bill levantó la mirada por fin volviendo a encontrarse con los ojos oscuros de su extraño. Bill pasó saliva otra vez, quedándose prendado inevitablemente de su timbre de barítono‐ ¿estás bien?‐ continuó esa deliciosa voz más grave que la suya. Bill solo asintió, notando de pronto que las manos del «macarra» seguían sujetándolo por la cintura. A pesar de su grueso abrigo gris las sentía perfectamente‐ yo soy Tom‐ añadió el otro.
Era curiosamente amable, a primera instancia pensó que sería el típico chulo maleducado e incluso atemorizante, pero por ahora parecía ser terriblemente educado‐ yo Bill‐ respondió al momento. Tom no dijo nada por unos segundos.
‐Bill…‐casi pareció saborear su nombre. El propio Bill se sonrojó, su nombre sonaba demasiado bien de esos sarcásticos labios‐ es un buen nombre… es más, te pega.
Bill arqueó una ceja por primera vez y no pudo evitar sonreír un poquito‐ ¿me pega?‐ por unos segundos el nerviosismo en su cuerpo pasó y se relajó un poco en su lugar‐ Tom es también un buen nombre, tiene personalidad‐ respondió con suavidad.
El más alto no dejaba de mirarlo con total abstracción, el chico frente a él era terriblemente hermoso, casi un peligro. Su pelo platinado llegaba justo por debajo de sus finas orejas, tenía un cuerpo delicado y grácil, eso podía notar incluso con el espeso abrigo gris que llevaba encima, un atuendo elegante, probablemente sería un hombre con dinero. Tom observó el suéter blanco de pico bajo el abrigo gris entreabierto, dejaba ver perfectamente la clavícula tentadora y el impresionante cuello de cisne. Finalmente estudió por vigésima vez la cara de ese muñequito, era bonita, no, era preciosa. Sus ojos color chocolate tenían un toque de delineador negro y sus labios sonrosados eran seductores y carnosos, con un sugerente lunar bajo éstos.
Bill, decía que se llamaba. No había podido contenerse ni en broma, lo había visto nada más entrar arrastrado por el gentío. Por unos instantes se dedicó solo a observarlo, pero al cruzar sus miradas…no pudo evitar ir directo hacia él. Como un lobo tras su presa, pero no lo admitiría; nadie le atraía nunca, él era el que cazaba.
Dejó sus manos puestas adrede en la fina cintura, notando el leve nerviosismo del rubio con interna satisfacción. Incluso su musical voz le gustaba, seguramente se oiría deliciosa de muchas maneras diversas. Bill se había quedado en silencio, también contemplando al otro en su mundo.
El metro volvió a parar y nuevamente el mar de gente se movió para salir, otros para entrar. Bill se vio de pronto totalmente aplastado contra el cristal con el cuerpo duro de Tom, el rubio casi jadeó por la sensación y alzó la mirada, el moreno tenía ahora las manos a ambos lados de él, protegiéndolo en cierto modo de toda la gente que los empujaba.
‐Sabes…‐susurró el moreno, como si tras él no se librara una lucha de espacio por parte de los pasajeros, inclinó la cara, mirándolo desde arriba‐ eres precioso.
Bill abrió un poco los ojos. Estaba acostumbrado a recibir halagos de todo tipo, era algo casi absolutamente banal, pero recibir esa palabra del hombre frente a él lo hizo exhalar, con el corazón más acelerado. Tom jamás decía algo así, el decía «está bueno», «follable» o chorradas como «sexy» o «pasable», pero ¿precioso?, ¿de dónde había salido eso?. Bill en ese momento se mordió el labio inferior con un suave rubor en sus mejillas. Oh… pero precioso era justamente lo que era ese rubio.
Tom se inclinó más hacia él aprovechando los empujones de la gente y aspiró su aroma, era delicioso y algo dulce. Apretó ligeramente los puños contra el cristal y su pecho se infló un poco, un calor desconocido lo recorrió, como si el olor de Bill lo descontrolara por completo. Volvió a inhalar en profundidad y Bill apretó los labios con los ojos cerrados, el aliento caliente y pesado contra su cuello lo estaba inquietando, hasta el punto de que la sensación llevó una punzada directa a su bajo vientre.
Tenía ganas de girar la cara y atrapar los labios de Tom con los suyos, seguro que era un hombre con experiencia, un gran besador. Seguro que era también algo bruto, muy demandante y controlador. Ese pensamiento hizo que sintiera aún más calor, no pudo evitarlo, levantó las manos un poco y las colocó en el pecho del otro. Jamás le habría pasado por la cabeza sentirse permisivo con un extraño, pero Tom lo descolocaba en todas las formas posibles. Su voz, su cuerpo alto y robusto, su aroma varonil.
Las últimas personas entraron en el vagón y Tom tuvo que pegarse aún más a Bill por la presión de la gente, ambos soltaron el aire contenido en sus bocas y el pelinegro endureció casi de inmediato al sentir sus caderas pegadas. Bill lo notó, el bulto creciente contra su vientre, separó los labios con los ojos entrecerrados y no supo qué decir. Su cerebro había abandonado su cuerpo, o era de gelatina. No necesitó pensar cuando unos labios voraces atraparon los suyos.
Los gruesos labios de Tom atraparon los suyos en un beso algo brusco, Bill clavó las uñas en su pecho, donde las tenía apoyadas notando un fuerte escalofrío sacudir toda su columna vertebral. Tom frotaba sus labios con los propios y tiraba ligeramente de ellos, buscando entrar en su boca, pero el rubio no lo dejó, con los labios firmemente apretados. Bill era consciente del lugar en el que estaban, alguien podría estar mirándolos, ¡peor!, podría haber una cámara de seguridad.
Tom se separó de sus labios con un bajo gruñido y levantó la cara del más bajo con una mano firme en su barbilla, Bill lo miró por debajo de sus largas pestañas y el moreno desvió los ojos hacia los pequeños labios que acababa de besar‐ abre la boca…
Bill se estremeció al escucharle, sin cumplir su pedido, sus ojos se desviaron a los alrededores. Nadie los miraba, era tanta la gente apelotonada en el vagón que la visión de ambos era cortada por unos u otros, incluso la altura de Tom y su amplio abrigo de cuero los cubría en cierto modo.
El rubio salió de sus pensamientos al notar como la mano callosa del otro afirmaba su barbilla, un pulgar largo recorrió sus sedosos y húmedos labios de un lado a otro y buscó hundirse entre ellos. Bill se tensó aún más, separando los labios apenas y dejando que el dedo penetrara en su boca. Fue un impulso, pero lo lamió. Tom se puso rígido, como si lo hubieran golpeado. Las venas de su cuello parecieron hincharse, mientras Bill recorría su pulgar con su pequeña lengua. Sus miradas conectaron y esta vez el moreno atacó sus labios con verdadera brusquedad sin sacar su dedo. Su gruesa lengua invadió la boca del rubio y Bill gimió inaudiblemente, notando como el dedo abandonaba su cavidad, dejándolo desprotegido frente a la lengua de Tom.
El pelinegro ladeó la cara y comenzó a acariciar el interior de la boca del otro con su ansiosa lengua. Bill se sintió por un momento sofocado, la lengua de Tom estaba caliente y se movía casi con violencia en su boca, buscando probarlo y dominarlo por completo. Esta vez Bill se dejó llevar por el grueso apéndice y movió su lengua contra la del pelinegro. Tom acarició su lengua y la frotó con la propia, cuando de pronto se tensó. Se separó despacio de la deliciosa boca del rubio, mirándolo de manera indescifrable‐ tienes un piercing…‐su voz estaba extrañamente ronca.
Bill lo miró con la respiración agitada y la boca llena de saliva. No se atrevió a contestar, por miedo a que le fallara la voz.
‐Quiero verlo‐ demandó Tom volviendo a sujetarlo por la barbilla, mirando casi obsesivamente hacia su boca. Bill se estremeció, y sacó la lengua despacio, dejando a la vista del otro la bolita plateada reluciente en su lengua. Tom bufó, su cuerpo estaba ahora rígido y caliente, su propia sangre bombeaba cada vez con más intensidad. Su miembro casi dolía, menos mal que llevaba unos pantalones anchos y nada ceñidos, aunque a pesar de todo se notaba a la perfección su erección‐ maldito chiquillo…‐gruñó ásperamente, volviendo a acometer contra su boca. Hundió su lengua con avidez, rozándola contra la más pequeña, notando de nuevo la bolita metálica entre ambos, fría a comparación con su carne. No soltó su barbilla, sin querer que se saliera de su agarre, excitándose más al notar los movimientos inseguros del otro contra los suyos rudos.
Bill tenía la cabeza completamente apoyada en el cristal con los ojos cerrados, sentía que se ahogaba, que esa lengua llenaba demasiado su boca y solo podía sentirse hechizado por la brusquedad del otro. Nunca nadie le había besado de esa forma desaforada, sentía que Tom devoraba su boca con verdadera ansiedad. Sus lenguas se frotaban juntas una y otra vez, hasta que el pelinegro se separó unos milímetros de la boca de Bill, permitiéndole respirar. Un pequeño hilo de saliva se escurrió de los labios del rubio y Tom lo lamió ávidamente, observando codiciosamente los labios ahora enrojecidos del chico.
Bill se sentía en una sauna, su frente estaba ahora algo perlada y el abrigo que lo envolvía le pesaba más que nunca. Deseaba quitárselo, pero no tenía espacio para eso. Tom lo miró a los ojos y sin mediar palabra llevó los labios esta vez a su oído izquierdo, Bill pensó que le diría algo, pero el pelinegro atrapó el lóbulo carnoso en su boca caliente. El rubio apretó los ojos tensándose contra el cuerpo duro del otro, sus piernas temblaron, mientras Tom recorría su oreja con la lengua. Sus manos que hasta ahora habían estado quietas fueron directas al cuerpo delgado del diseñador.
Primero tallaron su cintura con intensidad, era tan fina que las propias grandes manos de Tom casi parecían poder abarcarla. Luego éstas descendieron a la cadera huesuda y volvieron a ascender automáticamente al plano pecho. El pelinegro rozó los pezones de Bill por encima de su jersey blanco y el rubio se arqueó un poco, sintiendo una punzada en su miembro. Los pulgares de Tom frotaron los pequeños montículos por encima de la tela y éstos se endurecieron por completo. Bill se arqueó un poco más, sin desprender sus manos del pecho del mas alto y Tom hundió la lengua en su oreja, provocando un quejido en el menor. Bill tenía los labios fuertemente apretados para no soltar sonido alguno. Tom detuvo sus toques y de pronto coló una mano con brusquedad bajo su suéter, el rubio se estremeció al notar que su mano ruda y caliente iba directa a su pezón izquierdo, rozando el arito allí presente. Tom jadeó contra su húmedo oído‐ otro piercing ‐ susurró pellizcando el endurecido pezón haciendo inhalar a Bill‐ vas a ser mi perdición‐ protestó en un tono lujurioso, tironeando del pequeño montículo de carne.
Bill dejó caer aún más la cabeza contra el cristal respirando ruidosamente y dejó inconscientemente su largo y pálido cuello desamparado frente a los ojos perversos de Tom. El pelinegro no desaprovechó ese instante, posando su boca en la fina piel frente a él, lamió primero a lo largo de todo su cuello con gula y luego clavó los dientes con desenfreno. Bill llevó una mano temblorosa a la cabeza de Tom y enredó los dedos en las trenzas negras. Su respiración estaba ya completamente agitada y su pene dolía en sus estrechos pantalones negros. Los gruesos dedos abusaban de sus pezones bajo el jersey y la boca del pelinegro causaba estragos en todo su cuerpo, succionando su cuello.
A Bill le dolían los labios de tanto mordérselos para evitar gemir, nadie los veía, pero sabía que estaban expuestos, eso solo lo calentaba más. Él también quería tocar. Llevó su mano libre bajo la camisa del otro y casi jadeó al notar bajo su pequeña mano la carne dura de su estómago. Los músculos se tensaron bajo el fino roce de la mano fría de Bill y el grueso pene del pelinegro palpitó en ese instante, hinchándose incluso más. Bill recorrió todo su pecho con la mano, rozando los pezones del más alto mientras Tom seguía chupando y lamiendo su cuello, dejándolo enrojecido y mojado.
Otra parada de metro se sucedió, el vehículo se detuvo y la gente a su alrededor comenzó a moverse. Bill entreabrió los ojos agitado y Tom aprovechó unos segundos de espacio para girarlo con fuerza contra el cristal. El cuerpo de Bill quedó pegado a la ventana y el del pelinegro solapado a su espalda. El rubio cerró los ojos al notar a la perfección el duro bulto pegado a su trasero, casi parecía que no habían telas ni ropa, podía incluso sentirlo palpitar. Se movió contra él sin poder evitarlo, hacia detrás, se frotó contra esa dureza inflamada. Tom gruñó roncamente agarrándolo por los brazos, su propia frente estaba también perlada‐ maldita sea..‐mordió la otra oreja del rubio, humedeciéndola con lujuria -tú quieres que te rompa…¿verdad?‐ sus dientes tironearon del lóbulo sensible. Bill gimió positivamente, volviendo a moverse hacia detrás. El pelinegro ya fuera de su control, comenzó a embestirle sobre la ropa.
El pene duro de Tom palpitaba constantemente, emanando líquido preseminal de la punta hinchada que mojaba cada vez más su ropa interior. La longitud se frotaba contra el redondeado trasero de Bill, justo en el tentador hueco entre sus dos nalgas. Bill tenía la mejilla apoyada contra el frío cristal, moviéndose al mismo tiempo que el otro. Su miembro dolía, necesitaba liberarse de esos ceñidos pantalones‐Tom…‐jadeó por primera vez, notando como el otro dejaba de moverse al escucharle, quedándose enterrado contra su trasero‐ necesito…‐se mordió el labio inferior. Él era Bill Kaulitz, él jamás pedía nada, se lo daban todo en bandeja, pero Tom era una completa excepción. Tom pareció entenderle al segundo, porque esbozó una maliciosa sonrisa, soltando sus brazos y dirigiendo sus fuertes manos al pantalón del rubio. Bill gimió agudamente al sentir la palma plana de Tom contra su entrepierna, comenzando a moverse, la lengua de Tom fue a parar a su nuca, lamiendo el extraño tatuaje impreso allí. Bill cerró los ojos sintiendo que explotaría de placer.
La mano de Tom era tan grande que abarcaba su entrepierna por completo, la movía con parsimonia, torturándolo y frotando cada milímetro de su erección buscando volverlo loco. Bill intentaba de verdad no hacer ruido, juraba que lo intentaba, pero era casi imposible. Se sentía atrapado en un juego perverso, por delante esa mano torturadora, por detrás esa dura erección presionándose contra su trasero y la lengua caliente jugando con la piel de su nuca. Bill bajó las manos a las del otro con un débil jadeo‐ por favor‐ se vio obligado a decir.
Tom inspiró hondamente, llevando sus manos por fin al cierre del pantalón, abriéndolo con maestría. El rubio gimoteó al sentir como su duro miembro dejaba de estar apretado y tenía por fin espacio para expandirse. Tom se inclinó en toda su altura sobre su hombro, bajando la mirada y buscando ver mejor‐ veamos…‐bajó sus slips un poco y sacó el pene enrojecido y duro del menor con su mano izquierda. Estaba realmente hinchado y palpitante, en la punta tenía una perla de presemen que Tom recogió con el pulgar, Bill tembló en su lugar, presionando su frente contra el cristal para no gritar.
Tom sonrió lujuriosamente, moviendo su mano para rodear su pene con dureza, Bill se llevó una mano a la boca con los ojos apretados y el mayor comenzó a bombear su miembro. Su mano era grande, caliente y ruda, Bill sentía que se derretía en ella. Su erección ahora palpitaba más y más y casi podía notar que se vendría en esa musculosa palma sin demasiados esfuerzos. Movió las caderas buscando más fricción, más intensidad, Tom solo jugaba con él, frotando su pene con lentitud. El mayor gruñó al notar el movimiento y volvió a moverse contra el trasero del rubio, aunque intentara parecer imperturbable ese juego estaba acabando con él.
Bill sentía que en cualquier momento se vendría, no, no podía ser tan rápido. Con todo el dolor del mundo llevó sus manos a la más grande del otro, tembloroso‐ para, yo también quiero tocarte…‐declaró sorpresivamente, mirándolo por encima del hombro. Tom vio sus labios muy cerca e hizo amago de besarlos, pero una nueva sacudida del metro lo impidió y les indicó que acababan de abandonar otra parada y el vehículo volvía a moverse, ya habían perdido la cuenta.
Bill aprovechó para girarse con verdadera dificultad, el otro realmente estaba aplastado contra él‐ dame espacio ‐ susurró cuidando que nadie los viera tampoco ahora, el abrigo gris cubría su erección húmeda y ahora desatendida, mientras sus propias manos se deslizaban a los pantalones anchos del pelinegro.
Tom se echó un poco hacia detrás sin haber mediado palabra, sus ojos se desviaban desde el hermoso rostro de Bill, hasta su pene enrojecido bajo el abrigo y las manos pálidas y finas que ahora comenzaban a descomprimir sus pantalones. Colocó las manos contra el cristal otra vez, provocando así que su abrigo de cuero cubriera aún mejor las acciones de Bill.
El rubio terminó de desabrochar sus pantalones y éstos casi cayeron, de no ser por el cinturón. Sus ojos color chocolate estaban clavados en la entrepierna del mayor, los boxers negros apenas dejaban ver y aún así se notaba que bajo los mismos aguardaba algo de gran tamaño. Bill llevó los dedos cuidadosamente a la cinturilla de su ropa interior y la bajó, abriendo luego los ojos como platos. Frente a él quedó el pene de Tom, era mucho más grande de lo que había imaginado, casi sintió que su boca se humedecía al verlo.
Tom estudió su expresión con una sonrisita maliciosa, mientras se relamía los labios‐¿demasiado para ti, rubito?‐ Bill clavó sus ojos en él entre molesto y excitado, respondiéndole únicamente con una extraña sonrisita. Una de sus manos de uñas cuidadas se dirigió al pene de Tom y lo rozó con los dedos. Era grueso, con un glande enrojecido y palpitante, de la punta emanaban gotitas de su esencia y las venas se le marcaban, hinchadas. Bill, hipnotizado, acarició la erección con su fina mano y casi suspiró al sentirla tan dura. Con ambas manos comenzó a toquetear su miembro y Tom se inclinó inmediatamente, con la cabeza gacha, conteniendo un gruñido. Las manos de Bill eran pequeñas y suaves, no pudo evitar moverse contra ellas, embistiéndolas ligeramente. Bill gimió ante su erótica acción y juntó las manos, dejando que su miembro se deslizara entre ambas, humedeciéndolas.
‐Joder…‐jadeó el pelinegro contra su oído, sin dejar de moverse. Bill rodeó mejor el tronco palpitante, apretándolo y comenzó a frotar su pene de verdad, subiendo y bajando la piel del prepucio. Tom siseó con el cuerpo ardiente y el rubio se mordió el labio inferior con fuerza, sin dejar su acción. Una de sus manos se coló en sus boxers y sacó los testículos hinchados y doloridos, acunó los globos rugosos en sus manos mientras su otra mano jugueteaba ahora con la cabeza de su miembro, el pulgar frotando en la hendidura.
Tom se sentía terriblemente impotente, su mente revuelta. No podía casi moverse por la gente, no podía hacer ruido, no podía sujetar a ese precioso rubio y violarlo allí mismo. Era absolutamente injusto, deseaba poder hacer algo al respecto y solo podía contener sus jadeos lo mejor posible.
El metro paró una vez más, fueron empujados nuevamente contra el cristal, pero ya ellos no estaban allí, estaban en otra parte. Bill solo contemplaba el miembro inflamado en sus manos y Tom chupaba y mordía su cuello con fuerza, jadeando como un perro. Las manos de Bill no dejaban de moverse, frotando sus testículos, acariciando su miembro e incluso tironeando del vello que rodeaba su erección al notar un mordisco especialmente fuerte de Tom.
‐No puedo…‐gruñó Tom. Bill de pronto se vio mirando otra vez hacia el cristal y su mejilla fue estampada contra el mismo, le dolió un poco, pero no pudo decir nada al sentir las manos de Tom nuevamente en su pene. Gimió con los ojos cerrados y el pelinegro apartó su abrigo hacia un lado, rodeándolo bien para que nadie los viera‐ necesito hacer esto‐ murmuró el mayor, sin que Bill entendiera.
Tom bajó de golpe sus pantalones y obligó a Bill a arquearse un poco más. El pelinegro observó la delicada espalda del rubio y luego su mano libre fue directa a sus slips, bajándolos por detrás. Tom exhaló al ver el precioso trasero de Bill, el rubio sintió como su cara ardía por la vergüenza, se sentía completamente expuesto. El pelinegro dejó de masturbarlo y llevó sus manos ansiosamente a esos pálidos y suaves globos, agarró uno con fuerza apartándolo hacia un lado y quedó a la vista la pequeña y rosácea entrada de Bill.
Tom pasó saliva, su nuez se movió y sus pupilas se dilataron al ver el pequeño y tentador orificio. Su otra mano agarró la nalga contraria y la separó también, con los ojos clavados en ese lugar. Bill tembló contra el cristal.
Tom se humedeció los labios y jugó son su piercing, luchando internamente por no cometer una locura. No podía dejar de mirar esa diminuta apertura, apretó los dedos con saña en las pálidas nalgas y acercó su pene palpitante hacia ese provocativo lugar. Bill apretó los dientes al notar el glande palpitante de Tom contra su entrada y por un momento temió que Tom lo hiciera, que lo penetrara. Ese lugar no era obviamente el indicado y si hacían eso los descubrirían en un santiamén, es más, a pesar de los abrigos estaba seguro de que alguien los habría quizá mirado ya.
‐Tom…‐jadeó mirándolo de reojo, con su mejilla enrojecida aún aplastada contra el cristal. El pelinegro lo miró, y alejó su pene dolorido de ese lugar celestial a regañadientes, sabía que no podía hacerlo aunque se moría por ello, además, tenía ganas de probar otras cosas también. Sonrió perversamente y llevó un dedo a la separación entre ambas nalgas, bajando hacia su objetivo. La piel de Bill se erizó cuando notó el pulgar rozar su entrada. Tom hizo círculos en torno a ella y coló luego el pulgar despacio, lo primero que notó fue la calidez y suavidad de su interior. El pelinegro casi gimió,
imaginando como sería tener su pene metido allí. Bill se tensó por completo conteniendo un quejido, mientras Tom alojaba por completo su pulgar dentro de él.
‐Tan estrecho…‐susurró sacando el dedo luego, llevándose otros dos a su propia boca para humedecerlos, clavando los ojos ahora en la cara medio girada de Bill‐ tan caliente…‐llevó el índice a su entrada de nuevo y lo sumergió entre su carne con rudeza. El rubio soltó un gemidito y Tom apretó su nalga con dureza, buscando acallarlo. Movió su dedo suavemente al principio, pero al notar el imperceptible balanceo de Bill aumentó su velocidad, sacándolo y metiéndolo con más fuerza. Bill notaba su interior arder ante la intrusión, solo era un dedo, pero era un largo y grueso dedo de Tom, y Tom le excitaba hasta el infinito.
‐Otro ‐ gimió muy débilmente. Sus miradas se cruzaron y Tom jugó un poco más con él maliciosamente, sin cumplir su súplica. El tiempo se les acababa, en realidad no podía bromear de esa forma. Coló un segundo dedo en su interior, comenzando a moverlos con fuerza. Bill tenía los ojos cerrados, el flequillo despeinado y los labios enrojecidos apretados, si antes pensaba que era hermoso, ahora parecía un maldito ángel sexual. Tom apretó los labios, sin dejar de embestirle con los dedos, su propio pene dolía cada vez más, deseaba hundirse en él, lo necesitaba.
Excitado con la presión que el interior de Bill provocaba en sus dedos, hurgó un poco más, buscando un lugar específico. Bill se encogió y se mordió el labio hasta sangrar cuando Tom dio con su próstata. En una de las embestidas el pelinegro añadió un dedo más, y ahora con tres frotó su interior, presionando una y otra vez su próstata con fuerza. Bill tenía los ojos vidriosos y chorreaba al notar los insistentes dedos provocarle calambres. Su piel brillaba ligeramente por el sudor y se arqueaba una y otra vez al sentir los movimiento de Tom; cuando el pelinegro rodeó su pene con la mano restante, su cerebro dejó de funcionar. Los dedos dando duramente en su próstata y la ruda mano frotando su pene, se vino con fuerza con un gemido ahogado y cubrió la mano del mayor con su esencia, temblequeando bruscamente.
Tom se pegó a él sin sacar los dedos de su interior y elevó la mano manchada un poco, con ojos oscuros‐ te has corrido bastante ‐susurró con voz gruesa. Bill se sonrojó por completo, sin poder contestar. El pelinegro inhaló profundamente y llevó la mano a su propia boca, limpiando el tibio líquido de Bill con su lengua. El rubio abrió un poco los ojos al verlo y su rostro se volvió de un rojo llamativo, su boca se secó. Tom lo observó de reojo sin dejar de lamer su semen, su expresión era casi viciosa.
Por vigésima vez la gente a su alrededor se movió y Tom se pegó aún más a Bill, dejando su grueso pene húmedo entre las nalgas del rubio, tras sacar los dedos cuidadosamente‐ ojalá pudiera hacerlo…‐siseó rozándose entre sus glúteos. Su pene comenzó a humedecer la entrada abundantemente.
Bill se removió un poco, mirándolo por encima del hombro‐ puedo…usar mi boca‐ propuso con un susurro, sus ojos estaban algo vidriosos. La expresión lujuriosa de Tom se enfrió y sus ojos se entornaron, su mandíbula se tensó y hasta Bill sintió como el pene contra su trasero daba una dura palpitación.
‐No puedes‐ gruñó por el deseo, imaginando su gorda erección en esa delicada boca de labios espesos y rosáceos‐ y dudo que te cupiera‐ Bill abrió la boca para protestar por sus palabras, pero Tom la tapó con una de sus fuertes manos, empotrándolo contra la ventana una vez más‐ no hagas ruido…‐susurró comenzando a moverse entre sus nalgas, dejando que su dura erección se restregara entre la piel suave. Bill cerró los ojos respirando con dificultad, a pesar de haberse liberado ya, su cuerpo estaba muy sensible.
Tom jadeó contra su oído, lamiéndolo y mordiéndolo durante los instantes en que se movió contra él, la situación le había excitado de una manera tan inmensa que sentía cercana su liberación. Apartando la mano de su boca se inclinó un poco más devorando los labios de Bill, inconscientemente los había echado de menos. Bill jadeó al sentir de nuevo esa poderosa lengua invadir su boca, inmediatamente movió su lengua contra la ajena, notando como la excitación lo cegaba de nuevo. Se sentía preso de un bucle de lujuria y ansiedad.
El beso fue húmedo y profundo, Tom probaba su boca y su sabor con deleite, jugaba con su lengua, lo enervaba con sus movimientos expertos. No supo si fueron segundos o minutos, pero de pronto Tom estaba devorando su boca de manera casi asfixiante mientras un líquido abundante y cálido llenaba su entrada. Bill sintió un enorme escalofrío al notarlo y Tom se separó de su boca con un bajo jadeo, mirándolo a los ojos. Su pene palpitaba aún, terminando de vaciarse entre las suaves nalgas del rubio.
Ambos se quedaron así por muchos segundos, solo mirándose y respirando con agitación. Era extraño, ambos se habían liberado de la excitación, pero la tensión ardiente seguía entre ellos. Tom supo que si estuvieran en otro lugar, ya estaría buscando inmediatamente una segunda ronda con Bill. Se separó cuidadosamente del rubio y guardó su miembro con calma, Bill hizo lo mismo con su propio miembro y se cerró los pantalones con las manos temblorosas. Se atrevió a alzar la mirada y se calmó al ver que nadie los estaba mirando. Aunque para ellos no lo pareciera, habían sido bastante discretos dentro de lo posible.
‐No…puedo creerlo‐susurró Bill para sí sin darse cuenta. Tom se inclinó un poco hacia él al escucharlo.
‐¿El qué?‐ susurró de vuelta, con cierta diversión.
‐Yo haciendo esto aquí…con un extraño‐ murmuró sin mirarlo directamente. Tom frunció el ceño, llevando una mano a su cuello, acariciándolo de manera casi delicada.
‐Tú también eres un extraño para mi‐ comunicó rozando su frente con la suya. Tom, el frío, chulo Tom Trümper estaba siendo…¿meloso con otra persona?. Inaudito.
Bill lo miró seriamente por algunos segundos y luego se puso de puntillas, acercándose a su oído‐ me llamo Bill Kaulitz, tengo 24 años, mi color favorito es el negro, amo la pasta, odio los deportes, soy diseñador…‐se separó ligeramente de Tom, observando como el mayor lo miraba con fijeza, casi de manera obsesiva.
La siguiente parada de metro llegó, era la de Bill. El rubio no apartó la mirada de Tom, con los labios hinchados y los ojos entrecerrados y aún algo nublados‐ me bajo aquí.
‐¿Aquí?‐ dijo Tom con la voz ronca, humedeciéndose los labios, de pronto algo sorprendido por ver que perdería de vista al rubio. Sintió algo extraño, no quería que Bill se fuera. Sujetó su muñeca antes de darse cuenta y Bill clavó los ojos en él‐ dame tu número‐ demandó notando como el mar de gente volvía a moverse, la mayoría para salir.
‐Tengo que irme‐ susurró deprisa el rubio, las puertas se cerrarían en un momento y aún tenía que llegar allí. Le dijo deprisa su número y se soltó del agarre del trenzado, se coló entre la multitud para salir del metro, con el corazón desbocado. Sorprendido, avergonzado, complacido y nervioso. Justo antes de llegar a la puerta del metro, en mente fría pensó que quizá el otro no habría escuchado bien su número o no lo memorizaría.
Necesitaba volver a ver a Tom. Se detuvo junto a la puerta y se giró hacia el pelinegro al fondo del vagón, éste no había apartado sus ojos de él‐ ¡Tom! ¡¿Conoces Tokio Hotel?!‐ varios pasajeros se giraron a mirarlo por su grito. El trenzado asintió ante lo dicho por Bill, y el rubio le dedicó entonces una sonrisa por primera vez‐ ¡mañana allí, a las 10!‐ salió del metro por los pelos, las puertas casi le rozaron el brazo. El transporte se alejó rápidamente y Bill se quedó allí plantado en el andén. Su corazón iba tan rápido que creyó que le explotaría. Su mente estaba plagada de sensaciones que entrechocaban entre sí con euforia.
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Bill nunca imaginó que haría algo así en un metro, era vergonzoso excitante y abrumador.
¿De verdad todo eso había sido real?.
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Caminó por el repleto lugar con calma, aunque sus ojos vigilaban a cada persona con cierta ansiedad. Tokio Hotel era uno de los locales más famosos de la zona y Bill solía acudir allí a menudo. Clavó los ojos en su reloj, ya eran las 10 menos cinco, su cuerpo estaba tenso y tragaba saliva constantemente. Mientras que el día anterior iba vestido de manera elegante y clásica, esa noche había sacado su lado macarra del vestidor. A cada prenda que se ponía volvían a su mente las imágenes del día anterior; su cuerpo se tensaba e incluso notaba que su piel se erizaba al rememorarlo todo. Pero lo que no podía quitarse de la cabeza eran los ojos de ese extraño pelinegro. Los ojos de Tom.
Bill se había puesto unos ceñidos pantalones de cuero, una camisa también negra ligeramente transparente por la parte superior y su pelo platinado tenía un efecto desenfadado, con varios mechones rodeando su hermosa cara. Sus ojos tenían un buen maquillaje igualmente negro que otorgaba misticismo a su rostro de muñeco.
Se había vestido así por y para Tom, tenía completa fe en que viniera. No obstante, a ratos le asolaban las dudas, ¿y si no venía?. Bill apretó los labios dudoso, deteniéndose en una esquina del local pensativo. A pesar de todo, nadie podía asegurarle que Tom fuera a un local en busca de alguien que no conocía e incluso que podría no presentarse. Era algo absurdo.
Pasó saliva y pensó en girarse para dirigirse a la salida del local, pero un brazo fuerte lo sujetó por la cintura, estampándolo contra un cuerpo duro tras él. Bill quiso girarse con los ojos abiertos por el susto, pero unos labios calientes se pegaron a su oreja y una voz ronca y conocida llenó su mente‐ me llamo Tom Trümper, tengo 25 años, mi color favorito es el azul, amo a los animales, odio la falsedad y soy guitarrista…
Bill se mordió los labios, conteniendo una enorme sonrisa y la fuerte mano que lo mantenía en su lugar lo giró despacio, sus ojos se cruzaron con los de Tom. El rubio no pudo evitar suspirar imperceptiblemente al verlo‐ viniste…
‐Obviamente‐ respondió en un tono bajo el pelinegro, sujetando su barbilla cuidadosamente y alzando la cara del rubio hacia él. Tom esbozó una sonrisa extraña‐ también me gustan las motos, odio perder y… no dejo escapar nada que me guste‐ completó.
Bill entrecerró los ojos al escucharle y bajo las tenues luces del local, recibió ansiosamente los labios del pelinegro. Se besaron con intensidad y rato después salieron de allí. A un lugar donde nadie pudiera verlos ni observarlos, a un lugar solo para ellos.
F I N
DISCLAIMER: Los nombres/imágenes de las celebridades son sólo prestados, no representan a las celebridades en la vida real. No se intenta ofenderlos, ni a sus familias, ni a sus amigos. Los personajes originales y las tramas son propiedades del autor. Es un trabajo de ficción. No se infringe copyright. No se acepta el plagio.
el mejor one shot que he leido OMGGGGG????
Oh, sí, te apoyo con todo el corazón 😉
Basta !! Ameee!!!