MizkyChan Huevos de Pascua

Huevos de Pascua y Pollitos Bebés”

¡Oh, mierda! —Maldijo Tom por lo bajo, mientras cogía rápidamente el vaso de agua que Bill casi derrama, alejándolo un poco del chico emocionado—. Cuidado, Bill.

Dijiste mierda. —Bill soltó una risita y se mordió el labio al mirar a Tom a través de sus grandes ojos café—. Mamá dice que esa no es una linda palabra.

Tu mamá tiene razón. —Tom asintió con una expresión seria en los ojos—. No es una palabra linda. Lo siento.

Bill sonrió y estiró una mano para tomar sus pinceles y se puso a tararear una canción que Tom no reconoció, mientras los hundía en el agua, con mucho más cuidado esta vez, antes de mirar su acuarela y decidir qué color usar.

Cuidar de Bill se había convertido en algo que Tom hacía casi todos los fines de semana, si no más. Y aun cuando Tom, probablemente tenía cosas más interesantes que hacer, él disfrutaba pasar el tiempo con el chico pelinegro de siete años. Además, también le pagaban muy bien por ello, ya que la madre del niño, Simone, siempre lo llamaba en el último minuto y no tenía a nadie que pudiera ir tan rápido como lo hacía Tom. Además, Bill amaba que él fuera su niñero y así era mucho más fácil para Simone dejarlo al cuidado de Tom que de cualquier otra persona, porque Bill era demasiado tímido y no se atrevía a dejarlo solo con alguien nuevo, que no la convencía.

Sin embargo hoy no estaban en la gran casa donde vivían Simone y Bill, esta vez estaban en una más pequeña donde vivían Tom y sus padres. Simone tenía una fiesta de Pascua en su casa y necesitaba mantener alejado a Bill y Tom no le dijo que no, para ganar algo de dinero extra. No tenía nada mejor que hacer y sabía lo perdido y confundido que estaría Bill si hubiera tenido que quedarse en casa con todos esos adultos que Simone había invitado. Y, aun cuando no era problema de Tom, quería demasiado al niño como para no sentir pena por él.

Su madre siempre estaba ocupada, ya fuera teniendo gente de visita, o estando ella de visita. Siempre había fiestas en su empresa, cenas con gente importante o citas con hombres a los que nunca más volvía a ver. Algunas veces, cuando Simone tenía visitas, Bill tenía que quedarse allí y Tom sabía que el chico odiaba eso. Él no se quejaba, pero Tom lo sabía. No le sorprendía, a ningún niño le gustaba estar solo, sin nadie con quien jugar, mientras la casa estaba llena de extraños.

Así que esta noche, la víspera de Pascua. Tom y Bill estaban sentados en la mesa de la cocina del mayor, pintando huevos cocidos, con diferentes colores, para su desayuno de Pascua a la mañana siguiente. Por alguna razón, Bill había preguntado lo que su madre estaba haciendo esa noche y Tom le respondió que estaba teniendo una fiesta por la Pascua y, de pronto, el niño se dio cuenta que no había pintado ningún huevito de Pascua y se había sentido devastado.

Tom no tenía idea qué hacer en una situación así. Bill muchas veces se ponía triste y Tom se había acostumbrado a eso, era un chico sensible y muchas cosas lo afligían, pero usualmente sólo necesitaba un poco de afecto, abrazos y asegurarle que todo estaría bien, y él volvía a ponerse bien. Pero con esto no fue fácil, porque Tom no tenía huevos para que pintaran y, de algún modo, esto parecía muy importante para un niño como Bill.

Afortunadamente, la madre de Tom había sido lo suficientemente amable para comprarles algunos huevos y, mientras Tom y Bill se sentaban en la sala con algunos juegos de mesa, ella hirvió los huevos que compró, buscó unas acuarelas que tenía guardadas por ahí y, sólo una hora después, la mesa estaba lista para pintar huevos de Pascua.

Tom tenía que admitir que ya era un poco tarde para esto, pero decidió que no importaba. Por supuesto que Bill ya debía estar acostado, pero era una ocasión especial, era la Pascua y, si quería, podría dormir hasta más tarde la mañana siguiente, así que no importaba. De hecho Tom esperaba que el niño quisiera dormir hasta más tarde, él siempre se levantaba temprano y cuando hacía de niñero también se levantaba temprano, porque debía estar despierto y listo para jugar con ese niño tan activo.

¿Te gusta más el azul o el verde, Tomi? —Preguntó Bill, mirando los dos colores.

Me gustan los dos —respondió el mayor con una sonrisa—. ¿Por qué no pintas tu huevo verde y azul?

Bill se mordió el labio y giró el huevo en su mano, luego sonrió y asintió. Y con una expresión muy concentrada en su mirada, hundió el pincel en el color azul y comenzó a pintar la cáscara blanca con él.

Se detenía a cada momento para mostrarle a Tom lo que estaba haciendo, pero sonaba tan orgulloso cada vez que le hablaba a Tom, que al adolescente realmente no le molestaba. Era muy tierno.

Siguieron pintando un rato más, Bill hablaba de diferentes cosas, desde los lugares dónde buscaría la mañana del domingo de Pascua, hasta lo que había hecho en la escuela esa semana. Él siempre tenía algo que decir y si no tenía, encontraba algo, como comentar sobre los colores, o hablar sobre los diseños que había hecho con los pinceles. Era mucho más lento que Tom, pero eventualmente lograron tener bastantes huevos pintados y Bill parecía satisfecho con su trabajo. Y cuando Tom comenzó a limpiar después de terminar, el chico no paraba de contar el orden en que se los iba a comer.

Tom sabía que probablemente Bill sólo podría comerse uno o dos, pero de todas formas asentía, estando de acuerdo, diciéndole al chico que podría comer tantos como quisiera.

Justo cuando Tom estaba a punto de tomar la fuente con los huevos pintados, su papá, Jorg, entró a la cocina y, con una sonrisita maliciosa en la cara, miró a Bill.

¿Ya terminaron de pintar pollitos bebé?

Los ojos de Bill se abrieron grandemente, su mirada fue de Jorg hacia los huevos, después a Tom y de vuelta a los huevos.

¿Pollitos bebé? —Preguntó con la voz aterrorizada. Tom tuvo que aguantar rodar los ojos. Genial.

Sí. —Jorg asintió—. Hay bebés pequeños, pequeñitos dentro de esos huevos. —Su voz era de broma y Tom sabía que Jorg nunca había sido bueno con los niños y que siempre decía cosas que pensaba que era graciosas, pero terminaban siendo completamente opuestas. Pero esto ya estaba yendo muy lejos, especialmente con un niño tan sensible como Bill.

¿En serio, papá? —Arrugó el ceño y miró feo a su padre—. ¿De verdad tenías que decir eso?

¡Es cierto! —Jorg levantó las manos, como si se defendiera a sí mismo—. ¿No crees que el niño debería saber?

Sal de aquí. —Tom se molestó y señaló hacia la puerta—. Sólo lo estás poniendo triste.

Jorg simplemente sonrió y retrocedió hasta salir del lugar. Negando con la cabeza, Tom se agachó frente a la silla donde Bill estaba sentado, todavía mirando a los huevos con los ojos muy abiertos.

Oye, ¿Bill? —Dijo suavemente y esperó hasta tener la atención del pequeño—. No le hagas caso, ¿okey? No sabe de lo que está hablando.

Pero es cierto —susurró Bill, luciendo como si finalmente se hubiera dado cuenta de algo—. En la escuela aprendimos que los pollitos vienen de los huevos…

Pero esos son huevos diferentes —respondió Tom con firmeza—. Algunos huevos tienen pollitos adentro, pero no los que compras en las tiendas. —En realidad, si era completamente honesto, Tom no tenía idea cómo funcionaba eso de los huevos para crianza, pero rogaba estar diciendo algo remotamente cierto.

¿Cómo sabemos cuáles con los huevos con bebés pollitos? —Preguntó Bill, luciendo como si no le creyera para nada a Tom.

No lo sé —respondió el mayor con honestidad—, pero quienes trabajan con ellos lo saben —afirmó—, y ellos no venderían huevos con bebés pollitos, te lo juro.

Bill lo miró con ojos incrédulos y Tom tuvo que aguantar las ganas de rodar los ojos. Estúpido niño porfiado.

Te juro que no has matado ningún bebé pollito, Bill —dijo, forzando una sonrisa—, así que olvidemos lo que dijo mi papá y mejor vamos a la cama, ¿okey?

Bill no parecía convencido, pero asintió lentamente y, unos minutos más tarde, estaba en el baño, preparándose para pasar la noche, mientras Tom terminaba de limpiar la cocina. Y justo cuando guardó la última de las cosas, escuchó como el niño iba hacia su habitación, donde compartirían la enorme cama de Tom.

Las primeras pocas veces que Bill se había quedado en la casa de Tom, el mayor había dormido en el sofá, pero esas dos veces, el pequeño había terminado teniendo pesadillas y sintiéndose solo, así que esa tercera vez, Tom decidió que simplemente compartirían. La cama era grande y a él, en verdad, no le molestaba, no mientras Bill se sintiera a salvo y durmiera de corrido toda la noche.

Le dio una mirada al reloj, sólo eran las nueve. Eso, normalmente, era muy tarde para que Bill estuviera despierto y demasiado temprano como para que Tom se fuera a la cama, pero era una ocasión especial y, por alguna razón, Tom se sentía cansado, así que consideró acostarse también. Podría leer o algo, de todas formas no tenía nada mejor que hacer, y con Bill durmiendo en su habitación, no podría ver televisión, ni jugar video juegos como usualmente hacía por las tardes.

Asintió para sí mismo, gritó “buenas noches” a sus padres y fue a cepillarse los dientes y, sólo un poco después, estaba en su habitación, donde Bill estaba sentado de piernas cruzadas en su cama, mirando los muchos libros infantiles que la mamá de Tom había sacado del ático para noches como estas. Estaba tan concentrado en el libro, sus labios se movían lentamente al leer las palabras en silencio, que ni siquiera levantó la vista cuando Tom entró en la pieza, vistiendo un pantalón y una playera que usaba para dormir y apagó la luz. Y fue cuando Tom se sentó junto a él que finalmente alzó la mirada para verlo.

No estoy cansado, Tomi —dijo aguantando un bostezo—. No quiero dormir.

Está bien. —Tom sonrió gentilmente, sabiendo que discutir con él arruinaría su buen humor. Tom ya había hecho esto demasiadas veces como para contarlas, y ahora sabía cómo manejar al niño, y tratar de obligarlo a dormir, jamás funcionaba—. ¿Quieres leer algo entonces?

Bill lo miró con una gran sonrisa, asintiendo con felicidad y, mientras Tom se sentaba más cómodamente en la cama, encontró un libro, tomó el tigre de peluche que el mayor le había regalado hace un tiempo atrás, y se acurrucó junto al adolescente, apoyándose junto a él, bajo las mantas, como si fuera la cosa más natural del mundo.

A Tom todavía le sorprendía que Bill lo quisiera tanto, porque Tom no era para nada una persona que gustaba de los niños. En realidad nunca sabía qué decir cuando había niños alrededor y, a menudo, cuando Bill estaba triste, ni siquiera sabía qué había pasado. Lo confundía que los niños cambiaran de estado de ánimo en cosa de segundos, o que dejaran de llorar tan rápido como habían empezado, como si nada hubiera pasado. Tampoco sabía jugar con los niños, usualmente, dejaba que Bill hiciera lo que quisiera, como dibujar o ver películas. Algunas veces jugaban con los legos de Bill, aunque básicamente era Bill quien le contaba a Tom los nombres de todos sus hombrecitos de lego y de dónde venían, Tom solamente asentía y estaba de acuerdo, fingiendo que le importaba.

Pero Bill igual lo amaba. Sin importar lo aburrido que Tom se sintiera, Simone siempre le decía que Bill pedía que lo llevara a él y que siempre le preguntaba cuándo volvería y que siempre le decía que Tom era su mejor amigo de todo el mundo.

Algunas veces Tom se ponía un poco triste porque parecía que Bill no tenía amigos en la escuela con quien jugar. De vez en cuando, le contaba a Tom, historias que hacía con la niñera que Simone pagaba para que lo cuidara después de la escuela hasta que ella llegaba a casa del trabajo. Pero nunca había mencionado a ningún amigo.

Bill ayudó a Tom a abrir el libro y el mayor no pudo evitar sonreír al ver como el niño se acurrucaba más, mirando el libro como si nunca antes hubiera escuchado su historia, aunque probablemente, ya lo hubiera leído cientos de veces. Y con la voz bajita, comenzó a leer, tratando de cambiar un poco la voz al leer las líneas de los diferentes personajes de la historia. No era muy bueno para hacerlo, hasta pensó que se escuchaba ridículo, pero sabía que a Bill le gustaba, así que lo hacía de todas formas.

Siguió leyendo y Bill empezó a bostezar. Sólo un par de páginas después, el niño cerró los ojos y, el agarre que tenía en torno al brazo de Tom, que sostenía fuertemente, se aflojó. Tom continuó leyendo un poco más, pero cuando sintió el cambio en la respiración de Bill, bajó el libro. Y, muy cuidadosamente para no despertarlo, se las arregló para salir del abrazo del menor, se alejó un poco, para poder relajarse en su lado de la cama y, con una suave sonrisa en los labios, estiró una mano hacia la mesita de noche y apagó la luz, antes de recostarse también. De pronto estaba muy cansado y, aunque era muy temprano, pensó que lo mejor era dormir, antes que el niño lo despertara, emocionado porque era la mañana de la Pascua.

Buenas noches, Bibi —murmuró suavemente, antes de cerrar los ojos, dándole la bienvenida al descanso después de un largo día—, que tengas dulces sueños.

& FIN &

Bueno, ya saben que no es el fin, sólo el fin de este capítulo. ¿Qué les parece hasta este momento? Lo encuentro lo más tierno en el mundo. Zarlina es muy dulce con esta historia y ya le pregunté lo que muchas me preguntaron a mí en los comentarios, sobre una historia con ellos, pero en el futuro, cuando Bill ya no fuera un niño. Ok, ella me respondió que existe la posibilidad, hasta el momento la serie termina en un par de one-shots más. Ella dice que la diferencia de edad entre ellos es de 10 años, mucho más de lo que está acostumbrada a escribir y dice que tal vez escriba algo, siempre y cuando vea si las ideas le sirven o no. En mi opinión, hay que darle mucho ánimo para que se anime y continúe *-* Besos para todos y muchas gracias por su visita.

MizukyChan: Administradora del sitio. También escritora y traductora del fandom.

1 Comment

  1. Quiza Bill siente que su madre no le da la atencion debida y sobre todo la compañia que necesita, a mi tampoco me gustan los niños pero ahhh se hacer algunas excepciones mas cuando las madres se les olvida que el niño solo quiere sentirse con compañia y no estar solo.
    Pobre de bibi 🙁

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